He caminado sin rumbo,
intentando encontrar una línea de meta que pudiese traspasar. Lo he hecho en
silencio pero gritando, sonriendo mientras me secaba las lágrimas con el dorso
de la mano.
Me he detenido buscando una
bocanada de aire fresco como lo hace un recién nacido que no sabe lo que es
llenar cada alvéolo de oxígeno y, sin embargo, el instinto le dice que es la
única forma de estar vivo.
Me he caído, me he roto el
pantalón y me he clavado incontables chinas en la mano. Pero me he levantado,
me he sacudido el polvo y he continuado.
He repetido
inconscientemente mil veces este proceso y no he conseguido toparme con ninguna
bandera a cuadros.
Exhausta, he analizado la
situación y me he dado cuenta de que he cometido varios errores... No mirar atrás y creer
que caminaba sola.
(Acabo de entender por qué
Machado decía que “al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de
volver a pisar”)
Ahora, miro a los lados y
veo a todas esas personas que me han acompañado siempre, que se han detenido en
busca de esa bocanada de aire, que se han caído y se han levantado sacudiéndose
el polvo, dejando ese orificio en el pantalón.
También puedo observar a
aquellos que nos miran desde la barrera, a los que giran la cabeza al vernos
pasar, a los que nos aplauden e incluso a los que se echan las manos a la cara
y nos increpan.
Cada uno tiene una historia
y un camino que narrar pero hay algo que les une, ninguno tiene sangre en las
manos, ni polvo en sus ropas.
Hoy he entendido por qué no
hemos sido capaces de encontrar esa bandera y esa meta a pesar de los
kilómetros recorridos.
Hoy he recordado por qué
aquel día en el que todavía paseaba de la mano de mi madre, al preguntarle que
qué era la igualdad; tras un breve pero eterno silencio, me respondió: “una
utopía, cariño, pronto lo entenderás”
UTOPÍA ha sido elegido en el concurso #historias de la igualdad de la editorial Zenda como uno de los 20 finalistas.... ENHORABUENA!!!Q!Q
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